Tus labios chorrean mi nombre. Mi cuerpo sangra tu olor. El pecho de la presa herida contra el cazador que vive de andanzas irreales. Ahí estamos en un baile codo a codo, a ver quién exige más a quién.
Cuánta mentalidad de pelea y palabra, con la espada, con la pluma. Si los colmillos relucen, ¿por qué no poner la otra mejilla?
No quieras ganar un espacio que no es tuyo.
Limitate a la presión punzante, a la falta de aire, al dolor que revuelve un ansia primitvo y animal, donde la posesión sea nuestro nombre, que late, miente y alimenta.
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